martes, 28 de mayo de 2013

Otras rallada a la cuenta, por favor. Esta vez con agradecimientos.

Hoy vengo de un humor raro. Si no queréis aguantarme, os lo digo ya.

Hay etapas en la vida. No voy a descubrir América diciendo eso, solo quiero hacer hincapié. Y las etapas las tenemos cada uno a distinto ritmo, pero no podemos evitar compararnos.

Se casa un amigo, otro tiene un hijo, etc. Este tipo de cosas, obviamente, te hacen pensar. Pero me he dado cuenta que hay una que se lleva la palma, nunca mejor dicho: cuando alguien de tu edad se muere.

No voy a entrar en detalles porque no va por ahí la cosa. Pero sí que piensas “¿Y si yo me muriera hoy qué quedaría de mí?”. Y bueno, a mí me ha tocado hacerme esa pregunta.

Como sabéis los escasos seguidores de mi blog, mi vida últimamente no ha sido un camino de rosas. He metido la pata no pocas veces y, como es ley de vida, el mayor perjudicado siempre soy yo. Pero al menos hay un error que he cometido poco: engañarme a mí mismo. Me compadezco de los que lo hacen reiteradamente, porque la ostia que se van a comer no va a caber ni en la Sagrada Familia (¿lo pilláis? Ostia, como lo que dan los curas en las iglesias)
 
También he de agradecer a todos los que han estado aguantándome mil y una tonterías. Empezando por mi familia, lógicamente, siguiendo con mis amigos y todo el que simplemente sea colega pero ha estado apoyándome.

Y hoy en particular va dedicado a una persona que lleva conmigo muchos años. Y en esta prueba de fuego de nuestra amistad, ha sido como calmar una hoguera con el agua de una presa. Su nombre es Blanca. No lo olvidéis. Es de las personas más grandes que tenéis la oportunidad de conocer.

A los que habéis estado conmigo, en especial a Blanca, os dedico esta canción. Nunca estáis solos. Me tenéis a mí, sea mucho, poco o nada.




You're not doing this alone

jueves, 16 de mayo de 2013

Cómo conocí a vuestra madre… y lo mal que lo pasé por el camino


Ayer terminé de ver la octava y penúltima temporada de Cómo conocí a vuestra madre. Aviso a navegantes: hay altas dosis de SPOILER en lo que voy a escribir a continuación, así que si no lo habéis visto, no leáis esto. Podéis pasar a la entrada de abajo, donde hablo un poco del tema pero con menos spoilers (diría que sin ninguno en realidad).

Mucha gente ha dado su opinión sobre Ted diciendo cosas como que es un pringado, que vaya tela con el tío… en fin, muchas y muy diversas opiniones que no voy a citar. Y hoy vengo a dar la mía. Por supuesto, yo no me conformo con una frase. En eso me parezco un poco a Ted. Yo tengo que escribir una entrada entera en el blog. Pero empecemos por el principio:

Ted es idiota.

O como suele decirse, de bueno, tonto. Pero no voy a adelantar acontecimientos. Primero quiero volver a la primera temporada, al final del último capítulo.

Ted lleva toda la temporada intentando salir con Robin. Ha hecho estupideces entrañables que hacen que uno se pregunte por qué Robin no acepta. Se supone que Robin es una chica poco romántica que no sabe/quiere apreciar ese tipo de cosas. Contra todo pronóstico (o no), Ted lo consigue.

Por otro lado, la trama se centra en Marshal y Lily. Lily no ha cumplido sus sueños de ser artista, y se siente que con Marshal no puede hacerlos a causa de la boda. No va a tener tiempo para nada una vez que estén casados. Todo esto a espaldas de Marshal.

Así que al final del capítulo, cuando Ted vuelve de casa de Robin en taxi, se da una de las escenas que más encogen el corazón de las que he visto jamás en mi vida, con esta música de fondo.



“Robin, tienes que bajar. ¡He hecho llover! Eso es lo que he hecho hoy”.

“A la mañana siguiente, mientras volvía a casa, la ciudad parecía la misma, la gente parecía la misma, todo parecía igual. Pero no era así. En una noche, todo había cambiado.”

Y al acabar esta frase, vemos cómo Ted se baja del taxi y se encuentra a Marshal en las escaleras de su casa, bajo la lluvia, con el anillo de compromiso en la mano. Y sin poder hacer nada, la realidad golpeó a Marshal con toda la fuerza con la que te puede golpear.


Volvamos ahora a la octava temporada.

Robin ahora anda buscando un colgante que enterró hace 20 años para llevar “algo antiguo”, como una reliquia. Llama a su padre para que le ayude a buscarlo y le falla. A continuación, llama a Barney y dice que está ocupado (jugando al laser tag con el padre de Robin). Os imaginaréis a quién llama después. Sí, a Ted. “Robin, tengo una cosa que hacer”. Una entrevista de trabajo. A lo que ella responde “No te preocupes, no es importante”.

Lo que pasa a continuación es de los momentos más predecibles de la serie: Ted va a ayudar a Robin. Él lo describe mejor que nadie cuando dice que si hay lo más mínimo que esté en su mano para hacerla feliz, no dudará en dejarlo todo por hacerlo. Bueno, hace nada que ha dejado una entrevista de trabajo bastante importante.

¿Qué nos enseña entonces Cómo conocí a vuestra madre?


Que puedes hacer lo que te dé la gana. Ser un golfo de la vida y tratar al mundo como quieras, que al final, los “malos” se salen con la suya. Basta con redimirte un poquito y ala, el mundo a tus pies. Consigues la chica que quieres, el trabajo que quieres o, en general, lo que quieras. No hace falta ser honesto.

Pero hay una segunda lectura, escrita entre líneas y oculta a simple vista. Que Robin podía elegir la caja o el barco. Y, como es costumbre, eligió la caja. Puede que “la caja” sea esa persona con la que tienes algunas aficiones en común, pero cuando se trata de momentos importantes, es “el barco” quien está con ella. Pero claro, te dejas llevar porque con “la caja” puedes hacer un hit those five muy coleguero.

Si Ted era idiota, Robin es estúpida.

En la serie nos venderán la moto de que al final todo sale fantástico. Los que hayan visto los últimos capítulos sabrán a qué me refiero (por qué el colgante no está en la caja). Pero en la realidad, las cosas no van así. Robin no solo eligió mal decidiéndose por “la caja”, sino que ya no puede volver atrás y elegir “el barco”. Por una razón muy simple: nada de lo que hagas hará que ya “el barco” sea una segunda opción que se ha desvivido por ella y ella no lo ha apreciado.

De algún modo, me siento identificado con Ted. Yo mismo he sido parte de una relación asimétrica donde mi pareja era mi mejor amiga. Yo he sentido lo que siente Ted cuando eres capaz de hacer lo que sea por esa otra persona. Luego me di cuenta de la realidad, de esa asimetría donde solo yo estaba dispuesto a eso. Pero mientras no lo vi, mientras creía que los dos éramos iguales en ese sentido, fui feliz.

¿Por qué no ir de macarra de la vida? Porque es una forma pobre de actuar que te traerá cosas pobres. No solo hablo de tu pareja, sino en general de todo. Si eres una persona que menosprecia a los demás, no entablarás buena relación con nadie a quien le guste que le aprecien. Pero si tratas bien a los demás, un día te encontrarás con alguien a quien le guste eso. Un amigo, una pareja o simplemente un compañero de trabajo. Y entonces tendrás una relación con esa persona mucho más íntegra de lo que ningún “macarra” barato vaya a tener jamás.

Si alguien ha entrado creyendo que iba a leer algo interesante y se ha encontrado estos dos ñordos, siento la decepción. Ha sido un día extraño y necesitaba soltar esto, aunque sea para darme a mí mismo un mensaje de esperanza. El mensaje de que, igual que Ted, cuando encuentre a “la madre de mis hijos” (si algún día los tengo), será la persona adecuada. Y mientras, espero forjar una buena historia que contar algún día.

martes, 14 de mayo de 2013

Crisis de identidad en Legend of Zelda


Hace poco me terminé, por fin, el Zelda Skyward Sword. Y he de decir, por mucho que me pese, que Nintendo tiene una seria crisis sobre cómo enfocar su juego a nivel narrativo. Me explico.

Si quieres contar una historia, tienes varias formas de hacerlo. Puede ser graciosa, épica, puedes darle forma de cuento y muchas más. Pero me voy a centrar en estas tres formas, porque este Zelda se queda en un quiero y no puedo con respecto a las tres.



Quiere ser épica porque estás contando una gran historia. La primera vez que Link se enfrenta al mal y cómo surge toda la leyenda alrededor del personaje de gorro verde y la princesa Zelda.

Quiere ser graciosa, dándole toques de humor y expresiones coloquiales. Imagino que con la intención de que al jugador le resulte una forma de hablar más cercana y se sienta identificado.

Por otro lado, quiere contarte un (gran) cuento donde muchas cosas suceden por arte de magia y hay no pocas florituras: que si un baile para adornar una pequeña ceremonia, que si un ritual para darte un objeto, etc.

El problema, como he dicho, es que estos elementos interfieren entre sí. Os pongo un ejemplo.

Hay un momento en el que un dragón os tiene que enseñar un trozo de una melodía para invocar a bla, bla. Lo que sea. Primero tienes que darle un jarabe, porque tiene la garganta mala. Pues cuando se lo das comienza a dar brincos por el aire como un loco y te suelta una frase tal como “es que a los dragones MILENARIOS también nos pueden los achaques de vez en cuando”. Pues con esa tontería te has cargado el que podría haber sido un momento épico del juego. Huelga decir que el bailecito y las frases coloquiales sobran cuando vienen de un dragón milenario. Un dragón que, por cierto, te trata de “campeón” constantemente. “No está nada mal, campeón”…



He de decir que no es la primera vez que le pasa a un Zelda. Los de la Nintendo DS son simplemente horribles en este sentido. Porque este Skyward Sword al menos sí tiene momentos de grandeza contra jefes grandotes, por ejemplo. Los de la DS son un constante pitorreo, con personajes estúpidos que no aportan nada en mi humilde opinión.

¿Tan difícil resulta dejar los personajes “graciosos” y las florituras fuera de los momentos épicos? Igualmente, tampoco hay que engrandecer un momento irrelevante de la historia.

Pues francamente, con el dinero que tendrá Nintendo, no debería ser difícil contratar a alguien que haga bien este trabajo. Ahí tenemos otras historias como la de Cómo conocí a vuestra madre, donde en un mismo capítulo puedes hartarte de reír y luego de llorar por el giro de la trama.

¿Significa esto que es un mal juego? En absoluto. Es solo que recuerdo cuando Saria te da la ocarina de madera en el Ocarina of Time o todas las veces que tenías que impedir que la luna se estrellara contra la tierra en Majora’s Mask. O en la misma Wii, el Twilight Princess y lo bien diseñado que estaba el personaje de Midna, con su arrogancia y sus complejos. Y con esto, llegamos al Zelda del 25 aniversario y bueno… digamos que defrauda.

Y por cierto, a ver si hacemos monstruos que impongan un poco más, que algunos dan risa.



Dejando esto de lado, he de decir que el sistema de juego me ha gustado mucho. Se le da importancia a cómo blandes la espada y hay monstruos a los que tienes que atacar desde un cierto ángulo. Cuando consigues dominarlo, es un sistema muy gratificante.

Los gráficos son bastante impresionantes, sobre todo con el efecto que emborrona los elementos que están más alejados del centro de la pantalla o están lejos del personaje. Son detalles, pero la verdad es que queda muy bien.

El diseño de los niveles y mazmorras también es bastante entretenido. Aunque he de decir que a veces se hacen un poco tediosos. Personalmente, también creo que el mapa, a pesar de lo grande que es, se hace repetitivo. Creo que recurren demasiado a zonas ya conocidas para que las vuelvas a recorrer con los objetos nuevos, a ver qué encuentras.

Y de la duración, qué decir. Solo llegar a las mazmorras es ya una mazmorra en sí. Aquí apenas hay caminos rectos y lisos (una de las razones por las que no tenemos caballo en este Zelda). Todo es montañoso, escarpado y con pasadizos y desniveles. No es ni bueno ni malo, solo distinto. A mí me gustaba montar a caballo por las llanuras y praderas, cosa que no se consigue recrear igual de bien montando en pelícaro por los cielos (que por cierto, el control del bicho ese a veces deja que desear).

En definitiva, un gran juego a pesar de los defectos que tiene. Eso sí, no esperéis un Ocarina of Time, porque no lo vais a encontrar. Es un buen juego de aventuras que si no se llamase The Legend of Zelda, habría arrasado mucho más. Pero si llevas un nombre como ese, hay que estar a la altura de las circunstancias. Y no sabría decir si este Zelda lo está.

lunes, 6 de mayo de 2013

Dejar atrás las cosas que se quedan atrás


Estoy pasando por un momento de cambios. Muchos cambios.

Esta mañana ha terminado mi colaboración con Arena de Juegos. Esta web, que comenzó siendo mi primer “trabajo” como tal, ha sido al final mucho más que eso. Gracias a esta web, conocí a Sito, que empezó como jefe y ha terminado siendo un amigo.

Gracias a esta web, me hice árbitro de Magic. Y gracias a ello, conocí a muchos árbitros que luego adquirieron el subtipo “amigo” además de sus otros tipos de criatura. Una comunidad aparte (por desgracia, pero todo se solucionará) de la comunidad de jugadores.

También me ha servido para afianzar mi amistad con gente tan fantástica como Nono, Rafa o Esquizombi. El primero ya era un conocido del cartón, el segundo de los foros y al tercero ni lo conocía. Como ya he comentado por ahí, habéis sido unos fantásticos compañeros de viaje. Igual que otros colaboradores más puntuales. No sé si volveremos a Arena, pero si no volvemos no pasa nada. Será un buen recuerdo para la posteridad.

Desviándonos un poco del tema, la sensación que he tenido con este tema ya la he vivido. El otro día, haciendo Body Combat en mi casa, me puse canciones antiguas, de cuando empecé a hacerlo. Y me acordé de los primeros meses de BC. Es la sensación de saber que esas canciones y la mayoría de esa gente no volverá. Pero no pasa nada. Es un recuerdo bonito.

Si alguien tiene la paciencia de leerme asiduamente (más allá de mi fiel ahijada ¡hola Irene!), leería el otro día que las cosas importantes no requiere gente importante para ser recordadas. Pero algo tan aparentemente banal como una clase de gimnasio para mí fue muy importante. Me sirvió para salir del pozo de mierda en el que estaba sumergido por aquel entonces. Y si no hubiera sido por la gente fantástica que allí estaba, no habría sido lo mismo. Empezando por Alberto y siguiendo por los compis de clase, que me vais a permitir no nombraros porque sois muchos.

En definitiva. Ahora siento que se va una época que no volverá, seguramente. Y es una sensación que puede parecer mala, porque solo echas de menos eso que se va. Pero no es así. Si sientes que vas a echar eso de menos, es porque tienes algo bueno que recordar. Lo recordaré bien, tanto mi etapa en Arena de Juegos, ahora sustituida por Tierra Mixta, como el gimnasio o cualquier otra situación similar. Ya llegarán otras cosas igualmente dignas de recordar.


domingo, 5 de mayo de 2013

Los grandes momentos no necesitan grandes personas

Cómo conocí a vuestra madre es una gran serie. Sí, está un poco en decadencia y tal, pero lo cortés no quita lo valiente. Es una serie que te hace sentir y te mete de lleno en los personajes. Y hay que tener maña para hacer eso en los absurdos contextos que la serie nos brinda.



El otro día vi un capítulo en el que trataban lo que querrían que fueran sus últimas palabras debido a la muerte de un personaje. Todos tenían un trauma con este tema porque querían que sus últimas palabras fueran algo épico y grande.

Pocas veces he disentido en opinión con respecto a HIMYM. Normalmente creo que detrás de la sit com con toques de absurdo se esconden grandes verdades, como cuando Ted insinúa que una persona es la adecuada cuando podemos y queremos no solo sus virtudes, sino también sus defectos.

Pero en este caso no estoy de acuerdo con la serie, como digo. Lo bonito de una relación entre dos personas, ya sea sentimental, familiar o la que sea, es hacer extraordinario lo ordinario. Las situaciones épicas se recuerdan por sí solas, no hace falta gente que las engrandezca a su alrededor. Que si las hay mejor, pero hacer no hacen falta.

Pero si tomas algo que es vulgar para todo el mundo y consigues que para ti y la otra persona tenga un significado especial… amigo, eso no sale solo. Ese gesto, palabra o situación que has convertido en algo extraordinario lleva imbuido un poco de ti y de la otra persona. Por eso es especial solo para vosotros. Pero también es por eso que tiene más valor de lo normal.

Digamos que es como llenar un vaso de agua grande es más difícil que un vaso de agua pequeño, pero luego vas a tener más agua cuando quieras beber.

Concuerdo con muchos de vosotros, queridos lectores, en que los oscuros rincones de mi mente que llenan este lugar con nombre lúdico a veces son tediosos. Dicho en román paladino, que soy un “hartible” a veces (y no tan a veces, lo sé). Pero hoy tengo un pensamiento positivo: no penséis que lo que os rodea no es tan grande como las situaciones que vemos en las pelis o series.

Lo cierto es que no es igual. Probablemente sea mejor. Porque es personal. Una serie o película tiene que tomar situaciones genéricas y hacerlo lo mejor posible. En HIMYM lo hacen bien. Pero nada de lo que sale en esa serie ni en ninguna otra puede hacerme sentir nada parecido a las cosas que yo he sentido. Y si lo hace, lo hace evocándome un recuerdo mío.

En definitiva, ser nosotros ya es extraordinario. Solo tenemos que saber verlo.


viernes, 3 de mayo de 2013

La apariencia no es importante


Imaginaos a un pipiolo de 17 añitos, así, heavy y tal. Va por la calle con sus amigos, todos uniformados de negro + grupo heavy en el pecho. Pasa un cani y la conversación es inevitable:

-          Mira el cani ese de mierda, con el chándal y los oros

¿Creías que es porque es un cani? ¡Te equivocabas!

-          Mira el pijo ese de mierda, con el polito y sus mariconadas.

Eso sí, si alguien le dice que es un impresentable vestido íntegramente de negro, suelta esa maravilla de frase:

“Es que no respetas mi forma de vestir”.

¿Qué la apariencia no importa, dices? Amigo, tengo alguien que quiere decirte algo…



Quizás alguno piense “hombre Enrique, eres un poco exagerado con el ejemplo que has puesto”. Más quisiera. Es un ejemplo tan real como que no solo lo he presenciado, sino que he llegado a protagonizarlo. Es lo bueno de este ejemplo, que no podéis decirme que eso no sucede porque sé que sí :P



En efecto, la apariencia es importante. ¿Hasta qué punto? Bueno, eso ya depende de muchos factores.

La apariencia sí dice cosas de la gente. O al menos cómo son, probablemente. Si vemos a ese “pijo” con su polito, seguramente le gustan los polos. A lo mejor no, a lo mejor solo le gusta ese y el resto le parece roña. Quién sabe. Pero si dijéramos que le gustan, no es una afirmación descabellada.

Si me preguntáis mi opinión (que si no la queréis saber, no sé qué hacéis aún aquí), la apariencia es, en cierto sentido, un reflejo de lo que somos, no de nuestros gustos. Muchos sabéis de qué pie cojeo ya, pero quien no me conoce se sorprende de que yo sea friki o me guste un estilo de música llamado trancecore. Porque no me pega.

Creo que hay afinidades entre las personas más allá de los gustos. No tengo aspecto de friki porque no me llevo bien con el estereotipo de friki. Tampoco es que me lleve mal, es solo que para mí una afición se queda en afición, mientras que para el estereotipo de friki, esa afición es prácticamente su vida. Yo no caso bien con ellos como ellos no casan bien conmigo, simplemente.

Es complicado evitar los prejuicios sobre la gente. ¿Quién no ha pensado “este es gilipollas” nada más ver a alguien y luego se ha sorprendido al descubrir que es una persona maravillosa? También vale en el sentido opuesto: crees que alguien es buena persona y llega un momento en que no quieres ni verle la cara.

Vamos ahora a otro lado del asunto. Si bien he hablado desde “dentro” del heavy, voy a hablar también desde fuera. Yo hace pocos meses tenía el pelo largo, bien lo sabéis casi todos los que estáis leyendo esto ahora.

No voy a ahondar en el cómo lo sé, ni importa si no me creéis. Pero lo cierto es que cuando tenía el pelo largo, aunque no creaba rechazo como tal, era un rasgo que a la gente le impedía ser totalmente abierta conmigo. He notado una significativa mejora en las relaciones sociales desde que tengo el pelo corto. Al que no le molestaba realmente sigue sin molestarle que lo tenga corto. Pero a quien le chocaba, ahora no le choca. Y sí, amigos, hay gente a la que le choca el pelo largo, por mucho que nos pese.

Por mucho que nos pese. ¿Nos debería importar la apariencia o gustos de los demás? En la mayoría de vuestras lindas cabezas, un pop-up habrá emergido diciendo “¡claro que no!”. Ciertamente, si “aspecto” y “gustos” son dos variables aleatorias, lo cierto es que son independientes entre sí y con respecto a la variable “cómo es esa persona”.

Pero no lo vemos. Ni los heavys, ni los pijos ni los canis ni ninguna raza social. Para empezar, porque estoy diciendo que no hay razas sociales completas. Que alguien puede vestir pijo y gustarle el heavy.

En fin, queridos. ¿Qué os voy a decir yo? Cada uno es libre de hacer lo que quiera y juzgar a los demás como quiera. Eso sí, si al final no os aguanta nadie por ello, no vengáis a mí a llorarme. Aunque bueno, aquí no viene casi nadie ni a leerme, vais a venir a llorarme. Ni pa’ eso.

Bi japy.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Una servesita, por favor

Hoy he leído esto en facebook:


-¿Qué vas a tomar?

-Una Alhambra especial.

-Por favor, dos Alhambras especiales.

-Oye, ¡cuánto tiempo sin vernos!

-Sí, ya era hora que echáramos unas cervezas y charláramos.

-¿Cómo te va?

-No me puedo quejar. Sigo aún con el taller en el pueblo. ¿Y tú?

-Bueno, pasé por el tribunal médico y me dieron la invalidez gracias a Juan Sola, el abogado del pueblo, pero sigo atendiendo el negocio con mi mujer aquí en la capital.

-Has hecho bien porque está muy jodida la situación. Yo tenía a tres trabajadores contratados en el taller, pero hablé con ellos y llegamos a un acuerdo de despido, pero siguen trabajando.

-¿Están despedidos y siguen trabajando?

-Sí. Nos viene bien a todos: yo me ahorro los seguros sociales, que son altísimos, y ellos cobran el paro y el sueldo, pero claro les pago menos que cuando tenían contrato. Todos contentos: ellos ganan más y yo también.

-¿Y si te enganchan?

-¿Quién va a pasar por el pueblo? Además, los tres talleres del pueblo hacemos lo mismo y no nos vamos a denunciar unos a otros porque nos perjudicaríamos. 

-Ah, vale. A nosotros, en el negocio, un día nos visitó un inspector de trabajo y, por suerte, yo me encontraba en la puerta del local, fumando un cigarrillo.

-¿Pero estaría tu mujer?

-No, qué va, el negocio en realidad lo llevo yo, pero le dije que lo regentaba mi mujer, que es la que aparece en los papeles, y que yo estaba allí ocasionalmente porque ella había salido un minuto a un asunto urgente. Suerte que el 'panchito' que tengo allí sin contrato estaba ese día en el médico.

-¿Y se lo tragó?

-Al parecer sí. De hecho se fue y no ha vuelto más. Pero sí, me acojoné un poco ya que si el inspector no se traga aquello nos multa y a lo mejor hubiera perdido yo la paga. Al menos eso me dijo Juan Sola.

-La verdad es que estos inspectores son unos crédulos o a lo mejor es que están desmotivados porque ganan menos. Total, para lo que hacen, mucho ganan aún. Hablando de inspecciones, mi hija pequeña estuvo a punto de perder la beca porque alguien fue por ahí contando que el taller no estaba declarado y nos daba muchos ingresos y tal. Desde ese día le he prohibido que vaya con su BMW y su iPhone 5 a clase.

-¿Y qué pasó?

-No, nada, no se pudo demostrar lo que decía el cabrón anónimo ya que lo tengo bien atado. La niña sigue cobrando todos los años la beca máxima, unos 5000 euros, que son para ella solita.

(Irrumpe un tono de teléfono móvil: ¡¡Por mi hija maaaaato!!)

-Tío, que me he llevado un repullo con ese tono de la tipa esa de la tele, ¿cómo se llama...?

-Sí, la Esteban, esa sí que es lista, jeje, perdona, que es un proveedor. ¡Oye, que significa esa factura con IVA del otro día! ¿Cómo? Nada de eso. Me la emites de nuevo sin IVA o no cobras... sí, hasta las seis estoy allí. Hasta luego.

-¿Te quieren meter el IVA?

-Sí, se lo he dicho al tío de las pizzas mil veces y sigue dale que te pego con el IVA de los.., y para colmo ahora lo han subido los chorizos estos del Gobierno. 

-Sí, vaya mierda de país, con tantos impuestos.

-Por cierto, sabes que me he comprado un Audi.

-¿Sí? ¿Cuál?

-El Q7

-Joder ¡el que llevan los futbolistas!, qué pedazo máquina... te habrá costado un pastón.

-Sí, es caro, pero me he ahorrado una pasta. Si quieres te digo cómo.

-Dime, dime...

-¿Tienes a algún minusválido en tu familia o a alguien de confianza que lo sea?

-Pues no sé, tendría que verlo...

-Yo lo he puesto a nombre de mi padre que, como sabes, tiene una gran minusvalía. Me he ahorrado el Impuesto de Matriculación, me han hecho una rebaja en el concesionario, no pagaré jamás el Impuesto de Vehículos al Ayuntamiento y, para colmo, aparcaré donde me salga de los güevos, en cualquier plaza de aparcamiento reservada para minusválidos ¿Por qué te crees que hay tanto coche de gran cilindrada con el cartel de minusválido en las calles?

-Estás en todo, macho, pero ¿se tragarán que tu padre conducirá eso con 80 años siendo minusválido?

-Estos del Ayuntamiento se lo tragan todo. Por cierto, hablando del Ayuntamiento, ¿te has enterado lo del alcalde del pueblo? ¡Qué cabrón! ¡Qué bien amañado lo tenía todo! ¡Qué poca ética! A mí me extrañaba que la recogida de basura siempre la ganara la misma empresa.

-Sí, ¡qué cantidad de corruptos nos gobiernan! Y para colmo hay que sostenerlos a todos. ¿Y el asunto de ese que era presidente de la Junta, dándole un pastón a la empresa de la hija?, por no hablar de las comisiones del niño... qué maná de corruptos, ¡vaya mierda de país!

-Ni que lo digas, vaya país de sinvergüenzas y corruptos nos gobiernan. No hay que votar a ninguno, que son todos iguales. Van a lo que van.

-Oye, ¿quieres otra cerveza?

-Sí, sí, vale. Pero disculpa un segundo, que voy a asomarme a ver el coche, que está en segunda fila.


Obviamente, la realidad no es tan exagerada (bueno, tampoco voy a poner la mano en el fuego por esta afirmación). Pero a poco que uno sepa leer entre líneas, se da cuenta de la terrible verdad que se esconde detrás de este "cuento".

El tipo del taller del pueblo no es solo una persona. Es un grupo de estafadores condensados en un solo personaje. Está el que evade impuestos, el que defrauda, el que no hace contratos...

Pero al final se reduce a lo mismo: ver la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio. El personaje se queja de los chorizos de arriba mientras él comete pequeños "delitos". Desde los que tienen que ver con el dinero, como es el de no hacer contratos, hasta otros menores, como el del coche en doble fila.

No voy a ponerme ahora a criticar alegremente todo lo que hacemos. Todos hacemos alguna que otra cosa mal. Todos en algún momento hemos dejado el coche en doble fila. Lo que pasa es que, al menos yo, procuro quedarme dentro del coche o que moleste lo menos posible.

Lo que os quiero decir es que antes de tirar la piedra, sería conveniente mirar que no tengamos la mano manchada. Ya no por lo que dirán los demás (de eso hablaré otro día). Sino por uno mismo. Por decir "sé que cuando el destino venga a hablar conmigo, no tendrá nada que decirme sobre esto".

Cierro con un comentario que resume bastante bien este asunto: "Yo sinceramente no se que es peor, que 100 roben 10 millones de € o que 10 millones roben 100€ cada uno".

Hoy le dedico la entrada a Irene, que se ha tragado todo el blog como una campeona en una sola noche. Y por sacarme una sonrisa con "esa frase es típica tuya" :)

Eddan fue al país de las Formas sin formas a visitar al país de la Tortuga

Y allí estaba, como la recordaba, pero en otro momento del espacio y el tiempo. En el país de la Tortuga hacen reformas, como en cualquier otro sitio. Pero su característico cartel sigue en pie, dándote la bienvenida con su frase “todo tiene su lado bueno”.

Y como siempre que voy a visitarlo, hay alguien que me espera con los brazos abiertos. En fin, es fácil cogerle cariño a una tortuga si te abraza cada vez que la ves.


Esta vez, la Tortuga tenía menesteres varios que atender. Así que volví a recorrer el país de las Formas sin formas, de arriba abajo. No, no fui a sitios importantes. Esos sitios basta con verlos una vez.

Así que fui a conocer a la gente. Y vaya gente. Gente buena, me refiero. No penséis que son como hablan de ellos.

Por ahí dicen que las Formas sin formas quieren irse. Y que no te van a dar la bienvenida si eres de fuera. Pero uno es tan de fuera como quiera serlo. Y ellos son tan de ellos como quieran serlo. Lo bueno es que, al menos los que conocí, no querían ser de ellos ni que yo fuera de fuera.

¡Ah, cómo olvidarlo! Conocí a un rey. Bueno, a su copa para ser más concretos. Pero hay que respetar unas normas de comportamiento al respecto. Si no, te condenan a lo que llaman “acting stupidly”. No sé qué es, el recuerdo es algo borroso al respecto.

Conocí, como digo, otra parte del país de las Formas sin formas. Conocí a su gente, gente maravillosa y sitios que no habría descubierto si no era por visitar al errante país de la Tortuga. Y qué buena visita. En todos los sentidos.